jueves, 14 de mayo de 2009

Ojala no pase nada malo.


Los analistas políticos suelen equivocarse en sus teorías sobre el triunfo de Rafael Correa en las elecciones presidenciales del 26 de abril de este año en Ecuador. Piensan que ha surgido una oposición potente desde la amazonía y el sector indígena liderados por el SP (Sociedad Patriótica) y mencionan un supuesto poder popular del multimillonario líder del PRIAN. Álvaro Novoa, capaz de ser un segundo adversario que dispute el poder con la Alianza País (Movimiento político del oficialismo). Sin embargo no perciben que las votaciones ya no son lo más importante, sino más bien lo que se viene.
Correa obtuvo el 51,8% de los votos necesarios para ganar en primera vuelta que, según la constitución de ese país, el candidato que supere el 40% de los comicios generales, y con una diferencia de más de 10 puntos sobre su más cercano rival, será el presidente de Ecuador. Rafael Correa lo obtuvo logrando ser el primer mandatario reelegido en la historia de ese país.
Una elección presidencial con una victoria tan abrumadora, que tuvo al candidato del SP, Lucio Gutiérrez, en un segundo lugar con apenas el 28,2% de los votos, indica que Ecuador es políticamente estable, con un presidente visiblemente apoyado por la mayoría del país ya que según el canal de televisión VTV, ha tenido una aceptación popular del 60%.
En otras palabras, Correa ganó unas elecciones sin grandes cambios, sin un rival potente y aun más, sin disidencias ideológicas claras respecto de su competencia. Pero frente a la escasez de noticias, los medios de comunicación masiva le han dado gran importancia a conflictos que casi no tienen motivos de serlo.
Las peticiones de Gutiérrez para que se revisaran presuntos adulterios en los resultados de las votaciones, no llegaron a concretarse. Los argumentos del CNE (Consejo Nacional Electoral) fueron que las elecciones contaron con la capacitación de los miembros de las Juntas Receptoras, hubo plena transparencia en el proceso electoral y que la demanda de la SP no contó con una prueba contundente para la denuncia de las supuestas papeletas adulteradas.
Otro obstáculo para el oficialismo, que los investigadores han mal interpretado, es la presencia de Jaime Nebot, el alcalde de Guayaquil, un opositor de gran arrastre popular en ese sector del país, quien pudiese ser el enlace más importante del magnate ecuatoriano Álvaro Novoa (candidato que obtuvo el 11,4 por ciento de los votos en las urnas), para una disputa férrea con Correa en un futuro cercano.
El error no está en identificar a Nebot como un rival importante para el actual presidente ecuatoriano, sino en que se hable aun de las elecciones que dieron como resultado a un legítimo ganador. La presencia del popular alcalde del Partido Social Cristiano (PSC) en la principal ciudad económica de Ecuador, tiene una importancia mucho más relevante para el futuro inmediato del reelegido mandatario.
Luego del resultado de las pasadas elecciones, dijo a un diario de ese país que “sabremos respetar un triunfo electoral como el de Correa, pero él tiene que respetar el abrumador triunfo electoral que hemos tenido en Guayaquil", donde su partido obtuvo el 67% de los votos.
“Es una ciudad que avanza de forma independiente, no necesita dádivas para progresar, porque está integrado por un pueblo guerrero, que también busca el cambio y tiene enorme voluntad”, agregó el alcalde.
Lo que realmente debería preocupar a los medios ecuatorianos es el apoyo que ha tenido Nebot en esa ciudad, considerando los planes de la alcaldía por independizar a Guayaquil de Ecuador. Esta situación podría ser parecida a lo que pasa hoy día en Bolivia y los conflictos de su gobierno con los intentos de independencia de Santa Cruz de La Sierra. Por eso, lo grave del conflicto entre Rafael Correa y su oposición en la provincia de Guayas, es que se genere una posible guerrilla civil por la autonomía de Guayaquil, tal como le sucede al presidente boliviano.

El futuro económico.

Existen dos factores adicionales por los que el futuro de Ecuador debería inquietarle a la opinión pública. El primero tiene que ver con la progresiva caída del petróleo y sus consecuencias en los programas de inversiones fiscales del gobierno y la alarmante pérdida económica del país.
Informes internacionales sobre la baja del crudo explican que por cada dólar que baje el petróleo, Ecuador perderá entre 73 millones y 85 millones de dólares anuales. Ahora respecto de las ganancias el panorama es aún peor. Esto se debe a que de los 100,87 dólares por barril, el país deberá restar 13,36 y 13,44 de diferencial, lo que dejaría un ingreso de apenas 87 USD$.
Los ingresos por la venta del petróleo, aun siendo el país más pequeño de la OPEP, generan el 50% de las ganancias de Ecuador, lo que significa que debido al descenso de los dividendos del crudo, el gobierno de Correa deberá reajustar los presupuestos estatales e incluso suspender algunos proyectos de inversión. Esto último perjudica los avances de obras públicas como por ejemplo los accesos sur a Quito, la vía Atacames-Súa, el Programa de Financiamiento para el Fomento de la Pesca Artesanal, la ampliación de la Red Bancaria, la acreditación de Desarrollo Humano a través del Banco Nacional de Fomento, que beneficiaría a 27.720 familias.

El segundo factor inquietante para el desarrollo económico del país, se trata de los planes del gobierno ecuatoriano por desdolarizar la moneda de ese país. Rafael Correa argumenta que dicha intención tiene como proyecto implantar un sistema monetario andino que sea capaz de “enfrentar exitosamente la globalización económica”, según dice en un texto titulado “Dolarización y políticas alternativas”. También concluye que a pesar de que los obstáculos para lograr esta meta aún son enormes, “una unión monetaria andina servirá para enfrentar de mejor manera las asimétricas relaciones de poder entre los países de la región”.
El problema de esto es que como así sucedió con el cambio del “Sucre” al dólar en Ecuador el año 2000, el Estado debería imponer drásticas regulaciones e imponer un plan de ley que permita confiscar parte del dinero de los ecuatorianos, con el fin de convertir sus ahorros a la nueva moneda. Esto generaría la pérdida de ganancias de las personas vía devaluación.
Según la Agencia Ecuador Ciencia, “En un principio la nueva moneda tendría una paridad de 1 a 1,001 por lo que la confiscación al ahorro equivaldrá al 0,001%, mucho dinero en términos globales, 10 millones de dólares si el total de ahorro privado sufre esta primera devaluación”.

La competencia mediática se ha quedado en los conflictos que poco desarrollo a futuro tienen y ha olvidado el valor de los factores que pueden desencadenar en una gran crisis no muy lejana para el futuro del gobierno ecuatoriano.
Mientras los analistas políticos sigan pensando en el presunto adulterio de los cómputos electorales, o sigan describiendo los conflictos verbales entre Correa y Gutiérrez, una crisis económica o una guerra civil podrían explotar en cualquier momento.