martes, 3 de noviembre de 2009

Todos a la orden


Hoy día nadie se salva, ni los militares ni la policía. En México manda el narcotráfico y sus bandos, quienes imponen su juego con las vidas humanas y para eso, cuentan incluso, con el apoyo del “enemigo”. Dinero les sobra y armamento también. Así se vive una de las peores crisis de los últimos años en este país del norte.

Una mujer espera la luz verde en un semáforo cerca de la frontera norte de México, delante de ella, una camioneta que tarda más de la cuenta en avanzar, luego que la luz verde fue dada. Ella no se inmuta, piensa que es mejor esperar que el conductor se de cuenta de que ya puede comenzar la marcha. Al acto, un hombre se baja de ese vehículo y se acerca a la ventanilla de la conductora: “acabas de ganarte quinientos pesos y de salvarte la vida”, le dijo a ella, que no entendía la situación.
La explicación era simple. En la camioneta, dos tipos armados apostaban que si el auto de atrás no tocaba la bocina –por el hecho de no avanzar luego de que el semáforo diera la verde-, uno le daría 500 pesos al otro, pero si la mujer la tocaba, el primero le pegaría un tiro a esta.
Otro ciudadano mexicano, cuenta –a la revista Etiqueta Negra- acerca de la celebración del cumpleaños de su hijo. Él hizo la lista de invitados, dejando fuera al hijo de un conocido narcotraficante y compañero de colegio del niño. Cuando la celebración empezaba, aquella persona que no estaba en la lista de convidados, llegó, y con el mejor regalo. El dueño de casa nada pudo hacer, sólo dejarlo pasar con la mejor cara posible.

Hoy día en México las ejecuciones de personas son entre 9 y 40 diarias. De este dato, al menos tres son ciudadanos o coincide en que fueron exterminados en Ciudad de Juárez, capital del Estado de Chihuahua -1.600.000 habitantes-. Esta es la zona con mayor índice de asesinatos cada 24 horas y hacia donde el gobierno de Felipe Calderón, envió tropas de 10.000 militares y policías federales, bajo el nombre de Operación Conjunto Chihuahua.
Es paradójico pensar que esa cantidad de soldados deba frenar los asesinatos de 1.113 personas, a cargo de tan sólo tres sicarios pertenecientes al cártel de Sinaloa. Más absurdo aún, es pensar que 45.000 militares –son los encargados de combatir a la delincuencia organizada en México- puedan derrotar a un ejercito conjunto de 150.000 hombres que en sólo dos años y medio –diciembre del 2006 hasta agosto del 2008-, se les decomisó 10.763 armas largas, 1.958.950 municiones y 1.402 granadas y aún así, sigan aumentando el número de asesinatos y tráfico de drogas.
Durante el 2008, hubo 5.630 narcoejecuciones en todo el país y el aumento de la adicción crónica de la cocaína, subió en 500.000 personas en seis años.

De qué forma el gobierno puede declararle la guerra a cárteles como “Los Zetas”, “Sinaloa” o “La Familia”, si personales de la Agencia Federal de Investigación –AFI- y la INTERPOL –que ilegalmente trabajan para ellos-, deciden qué personas y mercancías deben pasar sin problemas por el terminal aéreo. O sea, los encargados de abrir zonas francas para los narcos.
Definitivamente, el gobierno mexicano no puede invertir tanto dinero en una lucha que hoy día está perdida, donde se tiene que combatir no sólo a los cárteles, sino que también a sus colaboradores, los enlaces de organismos como la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada -SIEDO-, trabajadores de la embajada de México en Washington -José Antonio Cueto López o los hermanos Beltrán Leyba por ejemplo- e incluso un amplio número de ex militares mexicanos y guatemaltecos, comúnmente denominados Kaibiles.

El poder de hacer lo que quieran

Un profesor de una universidad privada en la frontera de México con Estados Unidos, recibe un recado de su secretaria. Ella le explica que dos personas fueron a buscarlo. Al rato recibe una llamada. Del teléfono habla un alumno, a quien el profesor lo había reprobado por faltar al examen, sin embargo, el estudiante le explica que tiene que aprobar el ramo y sin discusiones. El profesor sabía de qué se trataba. Luego de colgar, lo anota como alumno aprobado, sin nada que reclamar ni dudar, debió ser publicada.
Lo mismo pasó hace unos días en una discoteca de Monterrey. Al lugar llegaron capos de la mafia y detuvieron la música, pidieron los celulares de cada una de las personas. Una vez recaudados los aparatos, volvieron a sonar los parlantes y en cada una de las mesas, les esperaba una botella del licor que los asistentes al local habían pedido en un principio. Todo eso fue cortesía de los invasores, dejando eso sí, la excusa de que nadie se podía ir sin que ellos abandonaran el lugar antes. Los celulares fueron devueltos una vez finalizada la fiesta.

La industria del narcotráfico ya ha tomado bastante peso. En total se recaudan entre 15.000 millones y 25.000 millones de dólares al año en México. 30.000 dólares mensuales, reciben los cabecillas que trabajan como nexos entre el narcotráfico y las entidades encargadas de combatirlo. Otros 10 mil están destinados para los sueldos de quienes trabajan en la INTERPOL y así continuamente se van pagando los trabajos de quienes nunca tuvieron la posibilidad de conseguir algo igual en cuanto a ingresos.
Es por eso, que quienes en algún minuto estuvieron en la ruina, hoy día gozan del privilegio, de “su” privilegio, de gobernar las calles de los sectores más conflictivos de México, y así, jugar a la fortuna con millones de dólares en los bolsillos y un armamento de temer. El ejército mexicano, por ahora, poco puede hacer y la prematura guerra contra el narcotráfico, es un error que al pueblo de Felipe Calderón le puede costar aún más caro.