viernes, 14 de mayo de 2010

La distorsión tras la industria.

Que debamos, casi por ley orgánica, someternos a la exhibición casi en pelota de la industria del cine, en cuanto a vernos obligados para ser fotografiados y luego rezar para que cualquier toma que nos hagan, difícilmente no caiga en la distorsión complaciente del mercado del paparazzeo, es una realidad que altera el orden de lo normal en la libertad del hombre y su derecho de imagen.

No es lo mismo que una persona famosa deba asumir su condición y por lo tanto, al ser de interés público, moderar su imagen en cada aparición que ésta haga fuera de su casa o de un lugar cerrado, no visible para cualquier lente. Muy por el contrario, el famoso hollywoodense debe soportar la tortura de un individuo que vive esperando, durante largas semanas de su vida, a que Sean Penn se saque un moco y se lo coma.

Esto sucedió el pasado octubre, luego de que el actor le advirtiera reiteradas veces que un paparazzi lo dejara de fotografiar. Sin embargo, como si no se tratara de un extranjero que no entendiese lo que le quieren decir, el fotógrafo siguió disparando el obturador una y otra vez, como pensando que diga lo que Penn diga, “con esta foto me hago millonario”.

Penn “deberá seguir un programa de 36 horas para aprender a controlar su violencia…tres años de libertad condicional y a 300 horas de trabajo comunitario por haberle pegado a un fotógrafo paparazzi en octubre pasado”, publicó La Nación. La sentencia se debe a que el actor no apeló, ya que de lo contrario, de no ganar el juicio que se hubiese realizado, Sean Penn arriesgaba 18 mese de cárcel.

La conclusión es que el millonario actor de la industria cinematográfica, siempre caerá en libertad condicional, no de deber ejercer actividades comunitarias, sino que de privarse de su propia vida. El actor hollywoodense no podrá seguir tomando más de tres vodka, porque de lo contrario, lo pilla un paparazzi y como si fuera Hugh Grant, se arma la pelea que a juicio del actor es justa, y según el fotógrafo debe ser igual de justa, pero ya que es su obligación y la ley lo protege, mientras recibe una feroz patada en el hocico, debe pensar, “qué le vamos a hacer, aquí yo no pierdo”.

No hay comentarios: